Arte y Espectáculos

“A mí me importa que el tipo que sale de mi show se vaya raspado”

Desde el escenario de Roxy, Favio Posca propone un espectáculo "más psicodélico". Defiende a Mar del Plata, la ciudad en la que nació, cuenta sus muchas vidas y reflexiona sobre el paso del tiempo.

Con la presentación en Mar del Plata de su unipersonal “Fucking fucking yeah yeah”, Favio Posca validó una vez más su título de artista y rock star camaleónico arriba del escenario, pero sobre todo confirmó lo cómodo que se siente jugando de local en la ciudad en la que nació hace 50 años.

“La sala estallaba, había mucha energía, y creo que es el mejor ejemplo de que si ponemos lo mejor de nosotros, Mar del Plata va a volver a brillar, sin dejarnos llevar por los estigmas de que la cosa no funciona”, dijo Posca en un bar de la calle Alem, en un mensaje optimista muy similar al que lanzó desde el escenario del teatro Roxy al cerrar su performance de casi dos horas en la que no faltó ninguno de sus personajes, que volverán cada martes de enero y febrero.

Para esta temporada, Posca decidió adaptar junto a Luisa Cayetana una puesta en escena “más psicodélica”, según sus palabras, de la obra que presentó en la Sala Pablo Picasso del porteño Paseo la Plaza. En 2016 también, Posca se dio el lujo de meterse en el “prime time” de la televisión con una destacada participación en el concurso Bailando por un Sueño del “ShowMatch” de Marcelo Tinelli.

– ¿Por qué decidiste defender a Mar del Plata desde el escenario?

– Nunca hablo después del show. Pero quería dedicar la función a muchos amigos y básicamente a Alfredo Callau, mi hermano y asistente de toda la vida, que ya no está. Y lo de Mar del Plata surgió por una necesidad de decirlo. La verdad no me interesa saber de dónde salen tantos malos estigmas, pero desde mi lugar sé lo que voy a poner para que se puedan revertir. Fue un show muy intenso, extrañando mucho a Alfredo desde el camarín, porque además de mi mano derecha fue la persona en quien me inspiré para hacer El Perro.

– ¿Como hacés para que personajes como El Perro, precisamente, que en algunos casos tienen más de 25 años, sigan siendo frescos?

– Como dice El Perro, él es un mito vivo. Es que son tan vívidos los personajes que a partir de que compongo el show están tirando data ellos solos. Es como que siguen viviendo, y les van pasando historias. Yo sólo me meto a imaginar cosas, pero que les pasan a ellos. Tiene que ver con un texto más de guión, de cine, donde la risa siempre cabalga muy presente, pero surge de una historia, no de un chiste. Y obviamente siempre hay personajes nuevos, toda la música es nueva en este show. Hay cumbia, punk rock, rock más tipo Lou Reed. Salen canciones a capella y a la gente le gusta mucho.

– A veces parece que crearas en el momento esas canciones.

– Juego con eso. Que parezca que es, pero no. No soy un tipo que le guste la improvisación. Creo que soy bueno en la improvisación, pero detrás hay que tener una estructura dramática real desde lo escenográfico que te contenga. Porque sino, hay un bache seguro, y no sabés qué decir y cae el espectáculo. Y eso nunca me gustó.

– ¿Coinciden las reacciones del público con las que sospechás al pensar nuevos textos?

– Yo nunca espero mucho del público. Hay gente que se agarra la panza de la risa, otra mira expectante todo el show, se sorprende, se sonroja, transpira, se miran. Mi show tiene que ver con rozar todo el tiempo los prejuicios. Yo hago la mía y voy siempre a fondo. Porque si no es como que los hacés laburar a ellos también.

– ¿Es la primera vez que bajás del escenario y hasta abrazás a algunos espectadores?

– Sí, es una puerta que abrí. Un movimiento que no había hecho nunca antes. Después de muchos años de laburo con un terapeuta aprendí que muchas cosas se solucionan cuando uno sabe quién es. Cuando te aceptás, incluso con tus defectos, empezás a generar un power que desconocés. Y yo descubrí que puedo manejar una energía, y que con el arengue al público esa ola se desata. A mí me importa que el tipo que sale de mi show se vaya raspado, tocado, que salga diferente.

– Después del Bailando, ¿sentiste que el público del teatro se amplió?

– Esa es la gran pregunta. A mí siempre me fue bien en teatro, haga tele o no. Es probable que se haya incrementado quizás con gente de otras edades. Mi público es básicamente joven, pero si viene una abuela es genial. Que siempre haya pendejos es brillante, porque yo siento que les sigo hablando a ellos. Por ahí después de los 40 no me tiro al pogo, pero el paso del tiempo va en uno. Y el público que no tenía, quizás más grande, bienvenido.

– ¿Influye artísticamente en lo que diseñás?

– Jamás lo permitiría. Yo sólo soy obsesivo con dar todo lo que yo siento que quiero hacer. No me cuidaría ni me tornaría más corrosivo porque el público varíe o se amplíe. Yo hace 20 años que vengo desarrollando una forma y un estilo propio que nadie hace. Me banqué las críticas por el zarpe, porque hablaba de sexo. Pago una factura por eso: Es muy llamativo que un tipo que llena el Paseo la Plaza hace 20 años nunca haya sido nominado a los premios ACE. Pero yo sigo adelante. Y si quiero decir tal cosa o ir a la tele o lo que sea, si lo siento, lo hago

– ¿Pensás volver al Bailando?

– A mí me habían llamado durante cinco años y había dicho que no. Y esta vez me vibró que tenía ganas de bailar. Y yo tenía una carta importante para demostrarle a la gente, que no conocía que soy bailarín. Pero no sé si volvería.

– ¿Te incomodaron las polémicas y cuestiones que exceden al baile en sí?

– La verdad que es fue muy sorpresiva mi salida. No se lo esperaba nadie y ser armó un quilombo bárbaro en las redes. Pero todo bien. Al día de hoy me paran por la calle y me dicen “no lo puedo creer”. “¿Qué cosa?”, les digo, porque ya me olvidé. No me esperaban ahí, pero flashearon. Como yo fui auténtico, revertí eso de que hacer tele es venderse. Seguí con mi autenticidad y así me fui.

– ¿Te cambió en algo cumplir 50 años?

– Digamos 49 mejor. Yo podría tener 60, pero el tiempo cuando yo cumplo años no lo siento. Yo siento que nací varias veces. En realidad desde que fui chico hasta los 16 tuve una vida, de los 17 a los 19 fue otra vida, que recuerdo como bastante triste; de los 19 en adelante nací de nuevo, porque primero descubrí mi profesión y a los 21 me enamoré. A los 30 nació mi primera hija, y volví a renacer. Entonces no sé si tengo 49, o 20. Si contamos mi último nacimiento, debo tener unos 20 años.

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